Hace poco asistí a una conferencia de Rafael Arráiz Lucca en el Instituto de Estudios Jurídicos de Barquisimeto. La conferencia era sobre el Quijote. Arráiz leyó un texto dividido en dos partes. Una, estupenda, referida a sus primeros encuentros con el libro y otra, a su visión de lo “quijotesco”. Esta última parte me pareció fría y no tan feliz como la anterior. Afirmó que el adjetivo "quijotesco" suele ser mal empleado, debido a que el Quijote era un loco y no un utopista, como si alguien lo estuviese planteando de esta última manera. Comentó la famosa frase de Bolívar (“Jesucristo, Don Quijote y yo somos los grandes majaderos de la historia”) para decir que es falsa porque compara un personaje de ficción con dos personajes históricos, que, por otra parte, tienen poco en común. Creo que no. Para mí. Cristo es más personaje de ficción que personaje histórico. Creo, asimismo, que los tres eran majaderos. No verlo de ese modo puede dar lugar a lo que ha hecho Vargas Llosa: convertir al Quijote en un simpático héroe avant la lettre del neoliberalismo.
¿Es cierto lo de loco? ¿Lo es lo de obsesivo? ¿Es cierto, igualmente, lo del código de honor de la caballería? Tal vez, pero sólo si no pensamos en el Elogio de la locura de Erasmo. Y ¿cómo no pensar en uno de los libros adorados por Cervantes? ¿Y lo de la realidad? ¿No se batió el Quijote con los gigantes de su “realidad”? Algo quería transformar, por lo menos así lo hemos supuesto muchísimos de sus lectores, más cercanos al gusto por la literatura que a la afición por los análisis.
No me gustan esas lecturas tan racionales del Quijote, guiadas a veces por un libreto psiquiátrico (no es exactamente el caso de ésta). Me gusta la “realidad” de la imaginación, pero no sólo la de los personajes. También la de los lectores. Me gusta creerme el cuento. Por eso celebro ese bellísimo texto final de Giorgio Agamben en sus “Profanaciones”, donde los niños apoyan al Quijote que destruye la pantalla porque en la película los bárbaros estaban haciendo sufrir a Dulcinea.
Es una lastima que la muy cálida y hermosa primera parte de la conferencia de Arráiz estuviese seguida de una aproximación no tan qujotesca del Quijote. De todos modos fue un placer escuchar a un excelente poeta como Rafael Arráiz Lucca, estudioso y culto.
José Luis Najul